El catedrático jubilado de la Universidad Central Juan Ortega Rubio aseguraba en el tomo II de su obra ‘Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia’, editado por el Ayuntamiento de Madrid en 1921, que entre los ‘hijos’ notables de Getafe se encuentra el general Zapatero, «excelente director general de Administración Militar».
¿Pero quién fue este general getafense al que nadie conoce? ¿Es posible que, como el general Pingarrón, hubiera nacido en este pueblo al contrario que otros ilustres militares, piense el lector en el General Romualdo Palacio o en el general Ignacio Negrín que se hicieron vecinos gracias a los famosos aires sanos de Getafe, frontera cercana a la capital del reino entre la naturaleza y la urbe. Desde que los primeros pobladores se trasladaron de la ribera del Manzanares a la actual ubicación, el pueblo acuñaba fama de lugar saludable. «Tiene dilatado y risueño horizonte, alegre cielo y benigno clima; todo lo que tiene de risueño y alegre su horizonte en primavera, tiene de triste y solitario en invierno tanto por sus frecuentes nevadas como por el recogimiento de sus habitantes».
Juan Ortega Rubio se refería de manera inequívoca a Juan Zapatero y Navas, director general de Administración Militar. Una primera búsqueda nos ha servido para constatar que nuestro personaje nació lejos de Getafe, exactamente en ‘la fidelísma ciudad de Ceuta’ en 1810. ¿Porqué Ortega Rubio se refiere a él como uno de los ‘hijos notables’ de Getafe? Es posible que exista alguna estrecga relación con Getafe, que fuera solo un vecino ilustre, o que, por el contrario, fuera un error del historiador, un bulo de esos que circulan por los pueblos.
La partida de bautismo de Juan Zapatero Navas, fechada el 21 de julio 1810, no deja lugar a dudas; el egregio militar nació dos días antes. El cura y canónigo de la Catedral de aquella ciudad [Bartolomé Venegas] bautizó ‘solemnemente y le impuso los santos óleos a un niño’ que recibió los nombres de Juan José Vicente Zapatero y Navas. Era hijo ‘legítimo’ del Coronel de Ingenieros Juan Antonio Zapatero Ducer [nacido en Sevilla], que a la sazón se encontraba ‘sirviendo en tan importante destino’ y de María Josefa Navas Padilla [Cartagena]. Fueron sus padrinos, Manuel Zapatero, capitán del Real Cuerpo de Artillería y María Dolores Navas, tíos del niño.
Por la linea paterna, el recién nacido procedía de distinguidos militares, contando entre sus ascendiente a su abuelo Juan Zapatero y Zalazar, que fue coronel de Artillería en Chile; a su bisabuelo Juan Zapatero y Vergara, coronel también de artillería, arma a la que perteneció también otro de sus antecesores, Juan Zapatero Seseñas.
Y aunque, al principio, nos asaltó la duda sobre la relación del personaje con Getafe, basada en la única información que aportaba el historiador madrileño al nombrar como ‘hijo notable’ al general Zapatero, hemos constatado finalmente con una fuente histórica muy anterior que, ciertamente, el personaje que ‘resucitamos’ en esta ‘Capital del Sur’ está unido a nuestra ciudad, aunque evidentemente no nació aquí. El ‘Estado Mayor del Ejército 1851-1856’, publicación de la que existe un ejemplar en el Museo Romántico, asegura textualmente que el origen de Juan Zapatero y Navas «proviene, por la linea paterna, de una ilustre casa con propiedades en Getafe, y de esclarecida nobleza».
El apellido Zapatero tuvo su origen en Francia donde se denominaba Sapatero, con tal antigüedad que ya en el año 822, reinando Carlos II ‘el Calvo’, brilló el distinguido caballero Pierre Sapatero que luchó contra los normandos. Otros ‘Sapateros’ que ‘constan en los papeles antiguos’ son Orlan Sapatero o Carlos Sapatero que participaron en las Cruzadas. Por fin, encontramos en Cataluña a Luis Zapatero, padre de Jaime Zapatero. La descendencia de este último se extendió por Valencia, Aragón y Castilla, pronunciándose desde entonces con la zeta. Aseguran los expertos y en genealogía y heráldica que el escudo de armas de este apellido contenía, como no podía ser de otra manera, un zapato y una flor de lis. Otros miembros de este marcial linaje que aparecen en los registros históricos de la edad media son Jorge Zapatero que luchó con Alfonso IV contra los moros de Granada; Martín Zapatero que estuvo en la batalla de Clavijo; Fausto Zapatero, partícipe en la disputa por Cerdeña contra los genoveses; Gaspar Zapatero que acompañó a Juan de Cardona en la rendición de Marsella; Rui Zapatero y Rodrigo Zapatero, consejero del rey Juan I; Juan Zapatero, llamado el ‘Arrestao’ porque luchaba sin temor de los enemigos; y así, una retahíla de guerreros y peleones Zapateros esparcidos por el mundo.
El apellido Zapatero aparece ligado a Getafe, igualmente, desde tiempos remotos. Es habitual encontrar referencias de la familia en numerosos documentos del archivo municipal. A principios del siglo XVIII, el 5 de noviembre de 1703, Manuel Zapatero, vecino de Getafe, fue nombrado con el explosivo título de ‘Visitador general de pólvora y salitres’, según Cédula de Su Majestad, de la que tuvo conocimiento la justicia y el ayuntamiento de la localidad. En ese documento se detallaban las honras, exenciones y libertades que le correspondían a dicho cargo. Poco tiempo le duró tal dignidad a ‘polvorín’, y con el puesto volaron los privilegios que lo acompañaban. El 18 de julio de 1707, la justicia de Getafe dictó un auto en el que disponía que «habiendo cesado dicho Manuel Zapatero en el asiento, queda sin cumplir lo anterior, y el interesado debe pagar y restituir al lugar las cantidades que desde que cesó y hasta aquella fecha hubiese dejado de pagar».
El 3 de noviembre de 1794, Julián Gutiérrez y Muñoz, vecino de Getafe, realizó una petición para que ‘se recibiera información de hidalguía’ ya que, según indicó, él era «hijo de Diego Gutiérrez y Eugenia Muñoz, y sus abuelos por linea paterna eran Manuel Gutiérrez y Josefa Pingarrón, Bernardo Muñoz y Teresa de Francisco Alderete, todos naturales y vecinos que fueron, ‘y es dicha mi madre’ de este lugar y todos los demás ascendientes y descendientes han sido y son cristianos viejos limpios de toda mancha, sin haber existido oficios bajos antes si tenidos y comúnmente reputados de las distinguidas familias de este Lugar, y, por tnato, han obtenido en él los empleos de Alcalde, Regidores y demás honoríficios de su República; que la dicha Eugenia Muñoz es sobrina de Ignacio de Francisco Alderete, Teniente Coronel que fue del Regimiento de Dragones de Tarragona, ya difunto; y prima hermana de Manuel Zapatero, Coronel retirado del Regimiento de Infantería…». Este último Manuel Zapatero podría ser, sin tener la certeza de ello, familiar directo de Juan Antonio y de Manuel Zapatero, padre y tío (además de padrino) del futuro general Juan Zapatero y Navas.
Manuel Zapatero, descendiente también del ‘Visitador de pólvora y salitre’, de profesión labrador y vecino de Getafe, según certificado del cura del lugar, «contrajo matrimonio y fue velado y desposado ‘in facie eclesia’, según el Ritual Romano, con Francisca Antonia Pingarrón el 9 de mayo de 1789». En el oficio, Zapatero, reclamaba el derecho a disfrutar cada 9 de mayo de los privilegios que la corona concedía a los casados para que el aniversario de boda lo dedicaran a ‘multiplicarse’, sin cargas ni obligaciones de ningún tipo.
El protagonista de nuestra historia, Juan José Vicente Zapatero y Navas quedó huerfano de padre antes de cumplir los dos años. Su progenitor, el coronel de ingenieros Juan Antonio Zapatero Ducer falleció el 12 de abril de 1812 en el campo [depósito] de prisioneros de Beaune, en Francia, a donde había sido conducido tras la victoria del Mariscal Suchet en Valencia [enero de 1812] y la rendición de la plaza en los estertores de la guerra de la independencia contra las tropas napoleónicas.
Así pues, inevitablemente, el aún niño entró de bruces en la carrera militar. El día de San Juan de 1815, con cinco añitos, Juan Zapatero Navas recibió ‘la gracia’ de ser nombrado subteniente menor de edad y empezando sus estudios militares en el regimiento de infantería de Málaga hasta que el 1823 fue nombrado subteniente efectivo, tras lo cual ingresó en el Regimiento inmemorial del Rey.
Desde ese momento en el que empezó el cómputo de su antigüedad como soldado, prestó servicio en Madrid, Valladolid, en el Palacio y Sitios Reales. Durante esos primeros años, hasta cumplir los veinte aprendió a mandar además de ocuparse de la instrucción de los ‘quintos’ «siempre a satisfacción de sus jefes superiores».
En 1833, habiendo obtenido el grado de capitán de infantería, salió de Barcelona con su batallón y entró en operaciones contra los carlistas del bajo Aragón y Valencia [acción de Ademuz]; durante los años siguientes persiguió por Extremadura y Andalucía al general carlista Gómez en su increíble intento por extender la guerra por todo la península. En 1837 se incorporó al ejército del norte bajo el mando del General Espartero. En la batalla de Durango, el 21 de marzo, contrajo méritos de tal manera que ‘fue agraciado’ con el grado de coronel de infantería. Tenía 27 años. Hasta el final de la llamada primera guerra carlista, en el año 1840, participó en las casi todas las batallitas que tuvieron lugar en Hernani, Urnieta, San Sebatián, Pamplona, Aranzueque, Retuerta, Gete, Araoz y la Huerta del Rey. Por las acciones de Peñaranda [del 19 al 22 de junio de 1839] recibió la cruz de San Fernando de 1ª clase.
Su trayectoria militar continuó durante los siguientes años por diversos destinos de la geografía nacional siendo reconocido por haber logrado infundir en su regimiento la más rígida subordinación y disciplina […] «Sin embargo, en las calamitosas épocas que ha pasado la España y en que tan frecuentes han sido las sediciones y pronunciamientos, es imposible precaver las maquinaciones con que los conspiradores tratan de atraer a los incautos, y un jefe militar cuyos subordinados se desvían de la senda del honor, satisface sus deberes con reprimir a los amotinados y obligarles a volver a la debida sumisión, y verificándolo en energía y prontitud, acreditará sus buenas cualidades de mando».
Esto es lo que le sucedió al ya brigadier coronel Zapatero estando destinado en Valencia con algunos de sus subordinados del Regimiento Gerona. El 3 de noviembre de 1845, el sargento primero José Suárez a la cabeza de unos treinta ‘cazadores’ atacó la guardia de prevención al grito de ¡Viva la Junta Central!, hiriendo gravemente a su comandante Joaquín García Navas, a quien hubo que amputar el brazo. Llegó a temerse un fin desastroso, porque eran muchos los conjurados que habían inducido a la tropa a semejante movimiento; pero Zapatero, con solo un piquete de su regimiento, obligó a los amotinados a rendir las armas, restableciendo por sí solo la más severa disciplina entre sus subordinados, y obteniendo con ello la cruz de San Fernando de 3ª clase.
Durante la segunda guerra carlista (1846-1849) volvió a las provincias Vascongadas a combatir contra las facciones ‘montemolistas’, seguidores del Conde de Montemolín [Carlos Luis de Borbón y Bragança, hijo de Carlos María Isidro de Borbón y sobrino de Fernando VII] que reclamaba la corona de España para sí en contra de la reina Isabel II y de su madre, la regente María Cristina.
En enero de 1852, destinado en Madrid, tuvo que reducir otro motín en su regimiento con ‘valentía extraordinaria’. A finales de mes le llegó el premio; fue promovido al empleo de Mariscal de Campo, continuando al mando del regimiento Gerona. Apenas unos días después, el 7 de febrero de 1852, como coronel más antiguo mandó el cuadro que formaron las tropas de la guarnición para la ejecución del célebre cura Martín Merino que acuchilló a Isabel II tras colarse en el palacio real, con la aquiescencia de la propia reina. La puñalada no fue grave, gracias al recamado de oro del traje y las ballenas del corsé de la jovencita y promiscua reina, la cual no tardó en reponerse. Igual le daba en la cama el coronel de la guardia, un general bigotudo, el obispo de la diócesis que el cura de de la parroquia. Merino fue capturado inmediatamente. Tenía los días contados para presentarse ante Dios.
El cura Martín Merino, que se negó a estar presente en el juicio, fue condenado a muerte. Tras la ejecución en el garrote vil, el cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en una fosa común. La justicia no halló ningún indicio que vinculara a Merino con ninguna conspiración. Al parecer tenía una personalidad y una forma de pensar muy pintoresca y actuó en solitario. Es decir, que estaba como una cabra.
Sin pasar muchos días, Zapatero fue nombrado segundo cabo de la capitanía general de Aragón y gobernador militar de Zaragoza. A finales de año era gobernador militar de Barcelona; a principios de 1854, fue designado segundo cabo de la capitanía general de Galicia y gobernador militar de la Coruña, destino del que dimitió. A principios del verano de ese año se produjo el levantamiento militar del General Leopoldo O’Donell en Vicálvaro y el manifiesto de Serrano, redactado por un jovencísimo Cánovas del Castillo, en Manzanares. Estaba a punto de iniciarse el llamado ‘bienio progresista’.