Hablando de encierros y confinamientos…

La casa de dementes de Santa Isabel en 1872

Estaban los infelices dementes en un departamento bajo, húmedo y lóbrego del Hospital general de Madrid, hasta que en el año 1850 la Junta provincial de Beneficencia, llevada de los sentimientos más nobles y humanitarios hizo grandes esfuerzos por proporcionar una casa especial de curación, para el tratamiento de los infortunados seres que tienen la tristísima desgracia de perder la razón.

El edificio escogido al efecto fue el palacio que en la Villa de Leganés poseía la duquesa viuda de Medinaceli, y las obras de aplicación fueron inspiradas por el malogrado alienista español señor Rodríguez Villargoitia, y por el médico especial y fundador de esta casa José María Miranda.

Día feliz fue par estos desgraciados enfermos el 23 de abril de 1852, en que tomaron posesión de aquel establecimiento; encontraban en él cómoda estancia, aire puro y campo libre y agradable, para el ejercicio del cuerpo y esparcimiento del ánimo.

Se creyó, con arreglo a la cifra de enajenados que se venía admitiendo en el Hospital general de Madrid en los últimos cinco años, que el número de sesenta localidades bastaría para dar asilo a los enfermos y enfermas que podrían concurrir; pero desde el principio la casa de Leganés adquirió mucho y merecido renombre en toda España y aún en el extranjero, y aunque desde hace seis años existen doscientos acogidos, siempre hay falta de plazas, y no pueden recibirse otros muchos desgraciados cuyas familias lo solicitan.

La Excma. Junta general de Beneficencia primero, y después la Excma. Dirección general de Beneficecia del Reino, han atendio con celo e interés a la construcción y ensanche de los departamentos; pero la localidad es exigua, los recursos escasos, y ni las secciones pueden spararse convenientemente, ni completarse los servicios particulares.

Aún así, una visita al manicomio de Leganés es consoladora: el orden y disciplina que reina en todo el Establecimiento, el buen aspecto de sus acogidos, el trata suave y cariñoso que se les da, la limpieza exquisita de sus departamentos, la hermosa huerta que sirve para el recreo, paseo y ocupación de muchos enfermos; pequeños jardines y squares, la sala de labores de las enferams, los salones de recreación, los dormitorios generales, los comedores, los departamentos de agitados, y sobre todo la atención y finura con que se producen todos los acogidos, hacen dudar, al que por primera vez los visita, de que sea aquella una caa habitada por seres humanos privados de razón.

Es lástima, en verdad, que no se lleva a cabo el plan de mejoras proyectado, porque se hace necesario con urgencia ensanchar la localidad, aumentar los departamentos, completar los servicios y realizar otras muchas reformas, que con gran celo e inteligencia tienen propuestas a la superioridad su entendido director don Manuel Rodríguez Villargotia, y el médico especial del Establecimiento.

Nuestros lectores podrán tener una idea exacta de este bien reputado Establecimiento, si examinan con atención los diferentes graados que publicamos, los cuales representan los principales departamentos del mismo y muchos y curiosos detalles.

Los acogidos se clasifican en pensionistas y pobres

Para todos, el método que emplea el distinguido médico señor Miranda, a fin de determinar con exactitud la enfermedad y aún la clase de manía de que adolece el paciente, no puede ser más lógico: sometido el enfermo a observación, en una celda aislada, separado de todos los demás con exquisita prudencia, se vene en conocimiento de su manía especial, y pasa en seguida al estado que se denomi9na de sociabilidad, a otra celda o sala donde se encuentran otros tres o cuatro enfermemos con la misma manía.
Luego, en virtu de observaciones repetidas y de cuidados prolijos para combatir la afección que les domina, y aún para que ellos mismos entre sí logren combatirla, pasan de esto al departamento gneral de hombres o de mujeres, según su sexo, y de pensionistas o de pobres, según la clase.

Hay enfermos agitados y hay enfermos tranquilos: cuando el estado de agitación de aquellos lo exige, son reducidos a una celda aislada, cuyas paredes están revestidas de lona barnizada y entretelada, para disminuir los dolorosos efectos de un acceso violento, habiendo en la actualidad cuatro celdas de esta clase, aunque no todas ocupadas.

También estos enfermos agitados, ha hallándose en periodo álgido, por decirlo así, de la agitación, disponen de un espaciosos patio, cerrado por altas pareces, en el cual pasean a determinadas horas; pero en el mismo patio ha grandes ventanas enrejadas, con vistas a la magnífica huerta del Establecimiento, y en la parte opuesta una ancha galería para que ellos puedan librarse, si fuera necesario, del sol y la lluvia.

Otros patios y jardines ha también para que paseen los tranquilo, unos destinados a los pensionistas y otros a los pobres, con la conveniente separación de sexos, y todos estos jardines abundan las flores, plantas aromáticas y árboles de sombra, ya que los denventurados dementes parecen mostrarse en muchas ocasiones no poco sensibles a los encantos de la bella naturaleza.

Los refectorios o comedores son también espaciosos y ventilados, notándose en todos ellos una limpieza escrupulosa: en uno de nuestros grabados represenamos el comedor de mujeres pensionistas, y debemos añadir que los alimentos son siempre sanos, nutritivos y bien condimentados, observándose especialemnte en estos demartamentos la influencia qu eejrce en el ánimo de los pobres dementes una disciplina severa, pero que stá fundada en la amabilidad más insinuante.

Igualmente los dormitorios están preparados con arreglo a las necesidades que reclama la hiegie, y las camas son de hierro y acero, con buenos colchoes y limpias ropas. Hay dormitorios con seis camas, de ocho y de veinte, según lo exige el número de acogidos; y eotro d elos grabados que rpesentamos en el lugar citado es una copia fiel de un dormitorio de mujeres pobres.

La cocina es excelente, una de las mejores que poseen en España establecimientos públicos de cualquier clase, y ha sido construida últimamente, merced a la munificencia de los señores testamentarios del conocido capitalista Antonio Murga.

En medio de la triste impresión que produce en el ánimo del hombre pensador el espectáculo de tantos seres humanos que sufren los terribles efectos del desvarío de su razón, es altamente consoladora la seguridad que se adquiere inmediatamente, visitando la casa de dementes de Santa Isabel de Leganés, de que existen establecimientos donde la inteligencia y la caridad están estrechamente unidas en beneficio de aquellos desventurados.

José María Miranda de la Paz, médico de la Casa de Dementes Santa Isabel desde 1852 hasta 1874

Para no prolongar demasiado este ya largo suelto, pocas serán las lineas que dediquemos al distinguido médico especial el manicomio de Santa Isabel de Leganés, don José María Miranda, —cuyo retrato aparece en lugar correspondiente.

Nacio en Madrid en 1815, y en el antiguo colegio de San Carlos estudio con aprovechamiento las ciencias médicas, mereciendo siempre las más ventajosas notas académicas, y recibiendo el grado de licenciado en la facultad de medicina en 1838.

Empeñado en la práctica civil, era médico titular de la villa de Leganés cuando en 1852 se dispuso la instalación del manicomio de Santa Isabel en el antiguo palacio de la duquesa viuda de Medinaceli, y el gobierno de S.M., no solamente adoptó el programa médico que para tal objeto se había redactado el señor Miranda, sino que confió a este la visita y dirección facultativa del nuevo establecimiento.

Desde entonces hasta el día, el señor Miranda continúa al frente de aquel asilo benéfico, y si la ciencia le debe un tratamiento especial dpara la curación, cuando esta es posible, de las enfermedades mentales, también la humanidad dolientes debe estarle agradecida en alto grado,porque él ha sabido librqar de sus desvaríos y aberraciones a no pocos desgraciados, a fuerza de observación, de constancia y hasta de cariño.

Su reputación como especialista europeo, y hombre estudioso y observador, de carácter benévolo y trato dulce y afectuoso, se gana en breve tiempo las simpatías de sus enfermos, les domina con facilidad, y ellos le tratan como a un padre cariñoso que les procura con el mayor celo los medios de una curación feliz.

Nota.— Artículo publicado por Eusebio Martínez de Velasco en La Ilustración Española y Americana en su número del 8 de noviembre de 1872. Los dibujos publicados en el mismo número son de Miranda y los grabados de Manchón