Antes de llegar al objetivo de este artículo tenemos que hacer un preámbulo para bosquejar el carácter y la vida de Cosme III de Médici, el personaje que lideró uno de los viajes más singulares por España y Portugal, las razones de esa excedencia en sus exiguas obligaciones en la corte florentina para hacer turismo y los personajes que formaron parte de la numerosa comitiva que se desplazó por la península ibérica; advirtiendo, eso sí, que el verdadero protagonista de esta historia es Pier María Baldi, el reportero gráfico de la expedición.
Su Alteza Real el Serenísimo Gran Duque de Toscana Cósimo de Ferdinando de Médici, conocido como Cosme III de Médici (1642-1723) representa la decadencia de una saga de gobernantes de uno de los lugares prominentes de la cultura universal, siendo el penúltimo representante de una dinastía ducal decrépita. Por otra parte, el personaje histórico está ligado a numerosas ciudades y lugares de España y Portugal gracias a la literatura de viajes en una época en la que el turismo por el interior de España era, además de una práctica poco habitual y peligrosa, un ejercicio penoso, arduo y agotador. Años después, aún con las mismas dificultades, se desataría por Europa la moda de viajar hasta exóticos destinos como Italia, Grecia o las ciudades del sur de España. Pasada la mitad del siglo XVII, entre septiembre de 1668 y octubre de 1669, el nobile toscano se embarcó para realizar un asombroso viaje por España y Portugal, relatado por varios de sus acompañantes y fijado en la memoria con 129 acuarelas realizadas por el pintor barroco y arquitecto Pier María Baldi.
Cosme era hijo de Fernando II de Médici, V Gran Duque de Toscana, y de Victoria della Rovere. El padre, amante de la ciencia, el arte y la literatura hubiera querido dar a su hijo una educación eminentemente laica y científica, aunque sucumbió a la influencia de la madre, mujer con una mente dominada por la religión. Así, el zángano que nos ocupa, llegada la mayoría de edad no disfrutaba con los mismos entretenimientos y placeres que los mancebos de su misma edad y condición social. No era de su gusto la caza ni la equitación ni el teatro ni el vino ni las mujeres; así devino en un joven misógino, beato y taciturno de misa diaria que solo pecaba con la gula.
Sin embargo, una de las obligaciones más importantes de todo príncipe era perpetuar la estirpe. Así el padre de Cosme, con la ayuda del cardenal Mazarino, arregló la boda de su hijo con Marguerite Louise d’Orléans, prima del rey Luis XIV, el rey Sol, con la esperanza de que el matrimonio le ayudara a desprenderse de su carácter retraído. Marguarite era, al contrario de Cosme, una joven hermosa, culta, de carácter alegre y acostumbrada a las fiestas de París; Cosme prefería la penumbra de iglesias y conventos mientras que a Marguerite le gustaban el esplendor de los vestidos, los bailes y las joyas. El enlace matrimonial se produjo en 1661, aunque la relación se caracterizó desde el principio por las continuas desavenencias; eran normales las huidas de la Gran Duquesa a las villas mediceas cercanas a Florencia para alejarse de su esposo y de su suegra. Cosme, mientras no tuvo responsabilidades de gobernanza, también apostó en poner tierra de por medio para alejarse de Marguerite con fabulosos viajes por Europa. Entre crisis y crisis, Marguerite se apañó para darle tres hijos. Tras la muerte de su padre heredó el título como VI Gran Duque de la Toscana, permaneciendo en el poder durante más de 50 años. Uno de sus hijos, Juan Gastón Médici, pondría el epílogo a la dinastía florentina.
Seis años después de la boda, con la Toscana convertida en la imagen fiel de la behetría, el padre de Cosme le sugirió que se alejase de la corte durante un tiempo para iniciar un gran viaje. Durante unos meses visitó El Tirol, Amsterdan y Hamburgo antes de regresar en mayo de 1661. Apenas cinco meses después, pues las diferencias conyugales seguían igual o peor, Cósimo emprendió un largo viaje por España, Portugal, Inglaterra y Francia en el que gastaría la exorbitante cifra de 52.392 escudos. El hijo del Gran Duque de Toscana tenía 26 años. Para sacar adelante esa empresa y sortear las posibles peripecias, Cosme, o más bien su padre, reclutó una comitiva de 39 personas entre cortesanos, diplomáticos, escritores, un médico, un administrador, un capellán, un pintor, varios gentilhombres, ayudantes de cámara, un cocinero francés, un intérprete portugués y siete criados. Destacaban el conde Lorenzo Magalotti, el arquitecto y pintor Pier María Baldi, los marqueses Filippo Corsini y Vieri Gudagni, el caballero Dante de Castiglione, el gentilhombre Paolo Falconieri y el médico Giovani Battista Gornia. Sin duda, el alma de la expedición era Magalotti, que ejerció de cronista oficial y a quien debemos el relato más preciso.
Lorenzo Magalotti atesoraba juntas todas las cualidades que podían adornar a un florentino de aquella época. En su juventud había participado en el movimiento científico que lideraba Galileo Galilei, aunque abandonó ese mundillo debido a rencillas personales. Como escritor, destacó tanto en poesía como en prosa dejando constancia de su precisión y elegancia. Su facilidad para relacionarse, su cultura y sus dotes adquiridas gracias a la cuna, le catapultaron también para encargos diplomáticos. Era, por decirlo de alguna manera, el productor de aquella película.
Filippo Corsini, sin llegar al nivel de Magalotti, también era un fiel representante de la cultura florentina y que desplegó su vocación de cronista oficioso del viaje completando con su Memoriale la visión de Magaloti en el Viagio di Cósimo III dei Medici. Mientras en la de Magalotti hay un cierto desprecio por las cosas españolas, Corsini desprende una simpatía cordial pronta al elogio en su Memoriale del Viaggio fatto in Espagna dal Serenissimo Principe Cosimo di Toscana. Hay que tener presente que Magalotti era uno de los más renombrados miembros del partido francés en la corte de Florencia; en cambio, en los Corsini el españolismo era tradición familiar y gusto espontáneo. Los Príncipes Corsini son aún una estirpe extendida por España que brilla en el candelero como miembros de la Grandeza de España y que, al igual que otros famosillos, son pobladores habituales de la prensa del cotilleo. El médico de la expedición Giovanni Battista Gornia también dejó constancia escrita del viaje haciendo hincapié en los asuntos relacionados con su profesión y con las ciencias naturales.
Para dejar constancia gráfica del viaje, no sabemos si a instancia de Cósimo, de Magalotti o de Corsini, se tuvo el acierto de incluir en la comitiva a Pier María Baldi, arquitecto y pintor sin brillo ni importancia que ha pasado a la historia del arte gracias a a las acuarelas que realizó durante el viaje. A Baldi le debe el taciturno Cosme que franceses, ingleses, españoles y portugueses se hayan interesado por él y por su penosa vida. Las 129 acuarelas, a un solo color sepia con matices graduados, ilustran y dan importancia a la descripción del viaje del heredero del Gran Ducado de Toscana con detalles, sobre todo, paisajísticos y arquitectónicos.
El viaje empezó el día 18 de septiembre de 1668. La comitiva y su servidumbre embarcó en una galera y navegaron, bordeando la costa ligur y después la francesa, hasta el golfo de León y la frontera española; el día 24 de septiembre fondearon en Cadaqués y el 29 llegaban a Barcelona, meta del viaje marítimo y punto de partida de la excursión por el interior de la península ibérica.
El 5 de octubre partió en coche de caballos el príncipe hacia Madrid con toda la comitiva. La ruta debía llevarlos por Zaragoza, Guadalajara y Alcalá. Cosme y su comitiva dormían generalmente en conventos, donde todos los días a primera hora, oía misa. Las ilustraciones que acompañan el texto adquieren un interés extraordinario. Dondequiera que paraban a dormir o simplemente a descansar unas horas, comer y mitigar las fatigas de la jornada, Baldi tomaba sus apuntes; igual representaba el perfil magnífico de Toledo o Madrid que el de lugares insignificantes que jamás hubieran llamado la atención de los viajeros de aquella época. De ahí lo extraordinario de las imágenes de Baldi. Muchas ciudades pequeñas o lugares tienen por primera vez una representación gráfica. En sus aguadas se trasluce la España rural. Baldi pinta una vista de Granada y otra de igual tamaño de un pequeño y miserable lugar perdido en la geografía nacional.
El 25 de noviembre salió el príncipe de Madrid para el sur de España, después de haber hecho una visita al Escorial, dirigiéndose a Toledo por Valdemoro, Aranjuez y Villaseca.
El día 15 de diciembre, después de visitar Andújar, El Carpió, Alcolea, Córdoba y Cortijo de Sariñena, la comitiva de Cosme de Médici arribó a las tierras de Alcalá la Real.
El texto de Lorenzo Magalotti
«Partió Su Alteza el día 15 (de diciembre de 1668) al amanecer tras oír misa, pues iba a ser una jornada muy larga, y fue a refrescarse al Cortijo de Salitral1 a cinco leguas de Castro. Hasta Baeza, que hay dos leguas, se encuentra un campo montañoso con mucho trigo, vino y aceite. Baeza es un lugar que se extiende a lo largo de un monte que dejamos a mano derecha. Desde Baeza las colinas empiezan a ser montañas, pero no tan escarpadas como para no tener cultivos en muchos lugares, y en abundancia, un óptimo trigo; así se sigue hasta Alcalá la Real, a cuatro leguas del Cortijo. La carretera nos pareció pésima; la tierra estaba agrietada y mojada; se pasó varias veces por el Guadajos, y cuando nos acercamos a Alcalá se nos dijo que se llamaba Marchón. A mano derecha dejamos Luque (frontera como se dijo antes, entre Córdoba y Jaén, y a mano izquierda de los montes, Alcaudete, aldea que en apariencia tiene cuatrocientas casas. Su Alteza llegó de noche y se fue a hospedar a casa de los padres de San Francisco2».
«Alcalá la Real es una ciudad de mil hogares que desde la cumbre de un monte muy alto se extiende abajo por el costado, y empieza a remontar sobre sobre la colina opuesta formando una cuenca. En la cima más elevada hay una fortaleza que, aunque se ha convertido ahora en la morada del corregidor, fue en el pasado una fortaleza inexpugnable para los moros en la frontera del Reino de Granada de donde aún hoy conserva, el nombre de Llave de Castilla».
» La jurisdicción de Alcalá pertenece totalmente al Rey, el cual designa al corregidor y dos alcaldes. Bajo este corregidor se encuentran otros dos lugares grandes donde, además hay alguna persona de mayor consideración, y está el marqués de La Torre (de Esteban Hambrán)3 que, al pasar Su Alteza se encontraba en Oza (Loja), uno de los lugares a él sometidos.
» El gobierno espiritual no depende de ninguna diócesis, estando subordinado a un abad secular, que tiene el uso de la mitra y los hábitos pontificios, alzando baldaquino como si fuera obispo. Esta abadía, de alrededor de treinta mil escudos de renta al año, hoy la disfruta don Antonio, hijo natural no legítimo de Felipe IV. Tiene su residencia en Alcalá, donde nosotros lo encontramos, aunque la llegada tardía y la pronta salida —el mismo día 15 de diciembre— no nos permitieron conocerlo».
Según el manuscrito de Corsini, antes de abandonar Alcalá, «… oyó misa en la iglesia del convento, bastante antigua».
«Partió Su Alteza el día 16 al amanecer recorriendo cuatro leguas y media por las mismas montañas, muchas sembradas de helechos y encinas, más pedregosas, y muchas sembradas de trigo y otras dedicadas al pastoreo, por esto se ve mucho ganado. En las cimas más altas se ven torres muy robustas, derruidas o en ruinas, construidas por los moros entre aquella angostura para avisar a Granada desde la frontera de Andalucía. Por todo este camino no se encuentra ninguna casa, solo una iglesia con tres casas llamada Puerto López, que está a tres leguas de Alcalá. A una media legua más, delante, está Sierra Elvira, desde donde se esparce la Vega de Granada[…]. Una vez descendimos por la montaña, y después de caminar una media legua por su parte más baja, nos dirigimos a refrescarnos a Pinos Puente, pequeña aldea de casas junto al río Darro».
Las crónicas del Viaggio Cosimo III dei Medici di Spagna e Portogallo escrito por Magalotti e ilustrado por Pier María Baldi se encuentra en la Biblioteca Laurenziana de Florencia, y se completan con otros diarios escritos por algunos de sus acompañantes como el de Gornia o el de Corsini. En 1933 la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas publicó el texto del viaje en italiano y las acuarelas de Baldi en blanco y negro.
La imagen de Alcalá la Real
La imagen superior es una de las acuarelas que realizó Pier María Baldi durante el viaje por España y Portugal. Vista de Alcalá la Real en 1668.
Según la historiadora local Carmen Juan Lovera, «la acuarela de Baldi nos muestra la evolución de la ciudad. Se trata de una vista meridional, pero la muralla y edificios bajan por la ladera oriental del cerro hasta lo llano, en una extensión que hace percibir el crecimiento de la ciudad. Sobre la cúspide del cerro La Mota destaca su bellísima iglesia abacial iniciada a mediados del siglo XVI y finalizada en 1627. Abajo a la derecha, la ermita octogonal de la Magdalena, una de las ermitas fundadas por los vecinos nuevos».
BIBLIOGRAFÍA:
Para el texto de Lorenzo Magalotti hemos utilizado la edición de David Fermosel y José María Sánchez (Miraguano Ediciones), así como los Apuntes sobre Alcalá La Real en la época de los Austrias que publicó Carmen Juan Lovera. Las ilustraciones de Baldi las hemos descargado de la Biblioteca Nacional de Portugal y las hemos tratado para darles el tono sepia de los originales.
NOTAS:
1.- El Cortijo del Salitral (Las salinas de Filique) era uno de los bienes propios de la ciudad de Alcalá la Real, aunque hoy el lugar está dentro del término municipal de Castillo de Locubín. (Fuente: Apuntes sobre Alcalá La Real en la época de los Austrias. Carmen Juan Lovera. Dialnet)
2.- «A principios del siglo XVI, se estableció el primer convento franciscano en la ermita de San Marcos, que se trasladó a mitad del mismo siglo a la iglesia de Nuestra Señora de Consolación. Años más, tarde, en el arrabal de su nombre junto a la ciudad fortificada de la Mota se levantó otro convento franciscano con el nombre del santo, y por último en el cuarto decenio del siglo XVII —época en la que se produjo la visita de Cosme de Médici— se erigió el de los padres franciscanos capuchinos». Fuente: Francisco Martín Rosales. https://pacomartinrosales.blogspot.com/
3.- El marquesado de la Torre de Esteban Hambrán es un título nobiliario español creado el 21 de febrero de 1629 por el rey Felipe IV a favor de Diego de Vargas Ayala y Manrique Butrón Múgica, I vizconde de Linares, señor de La Torre de Esteban Hambrán, procurador de las Cortes, regidor de Toledo y corregidor de Alcalá la Real (Wikipedia).