En esta ocasión recala en el apostadero de la Capital del Sur Ildefonso Sanz y Doménech, un personaje que no tiene relación directa con Getafe, salvo que fue aquí, en este pueblo sin vistas al mar ni al océano, donde se diseñó la portada del libro Contra las Olas de nuestro amigo Javier Sánchez Sánchez, una novela ambientada en los últimos días de la guerra de independencia de Cuba y de la intervención del gobierno de Estados Unidos, azuzado por la prensa yanqui tras el [auto] hundimiento del Maine el 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana, y que, en solo cuatro meses, desembocó en sendas derrotas de la Armada española en la batallas navales de Cavite, en Filipinas, y Santiago de Cuba ante la potente armada americana; un desenlace, el último, que parecía claro antes del combate según se desprende del premonitorio discurso del almirante Pascual Cervera y Topete, al mando de la flota española en Santiago:
«El enemigo codicia nuestros viejos y gloriosos cascos. Para ello ha enviado contra nosotros todo el poderío de su joven escuadra. Pero sólo las astillas de nuestras naves podrá tomar, y sólo podrá arrebatarnos nuestras armas cuando, cadáveres ya, flotemos sobre estas aguas, que han sido y son de España».
Finalmente, no todos los marinos, incluido el almirante, flotaron muertos en las aguas caribeñas, aunque el resultado del enfrentamiento y la rápida derrota de los viejos barcos españoles era, después de la derrota en la bahía de Manila el primero de mayo de ese año, el final deseado por el gobierno español al que prácticamente solo le interesaba mantener a salvo el régimen [monárquico] aprovechando la ocasión para acabar con una larga y cruenta guerra que aniquiló a una generación de españoles y dejar a los militares sin posibilidad de reacción: los viejos y ajados laureles no reverdecerían. Según las «cifras oficiales», casi siempre falsas, la guerra de Cuba causó más de 50.000 muertos, en su mayoría pobres, sin medios económicos para evitar el reclutamiento ya fuera por sustitución o por redención; la mayoría de los muertos por la patria en Cuba no fueron el resultado de acciones de guerra o heridas sino a causa de enfermedades tropicales, lo que daba cuenta de la intendencia, la sanidad y la precariedad del ejército español. La Perla del Caribe se había convertido en un una sanguijuela del tamaño de un caimán que sorbía la sangre joven y la estabilidad social de la piel de toro.
Después de algunas vueltas, pensamos que la cubierta del libro —al igual que la de los buques—, tenía que rodearse de mar y océano. En ese piélago que es internet encontramos la imagen que consideramos más apropiada: La batalla de Santiago, un óleo de Ildefonso Sanz y Doménech. Para su uso, necesitábamos saber dónde estaba el cuadro, los permisos para su reproducción, contando que la obra sería de dominio público, y una breve reseña del autor. ¿Quién era Ildefonso Sanz y Doménech? Parte de la información de este artículo se la debemos a su biznieta, Marta María Iglesias Sanz, que contactó con nosotros después de ver la portada del libro en internet.
El autor del cuadro fue un hombre polifacético, médico brillante y militar destacado, con una fuerte inclinación a las bellas artes. Nació en Noya (La Coruña), el 14 de enero 1863, en el seno de una familia acomodada aunque sin antecedentes con la milicia o la sanidad. Sus primeros años estarán imbuidos de aires marineros. Noya, actualmente Noia, está situada en el seno de la Ría de Muros, la más septentrional de las Rías Bajas. Sus padres se llamaban Ildefonso Sanz Cobeño y Felipa Doménech Rato. Después de cursar el bachillerato tuvo que elegir el rumbo de su vida entre los distintos caminos o inquietudes que atesoraba. Ildefonso Sanz se inclinó primeramente por seguir los estudios de su vocación más fuerte. Se licenció en Medicina con nota de sobresaliente. El 18 de febrero de 1881, La Ilustración Gallega y Asturiana publicaba que el claustro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago, previa oposición convocada al efecto, había nombrado a Ildefonso Sanz y Doménech alumno interno numerario del Hospital Clínico de Santiago de Compostela.
A finales de 1884, con 21 años, se doctoró en Medicina con la tesis «De la operación cesárea», obra accesible en la Biblioteca de la Universidad Complutense, antigua Universidad Central, en la sección de tesis históricas. Del texto se desprende que dominaba el latín, lengua en la que leía a Ovidio o a Virgilio, al igual que hacía con obras en francés como los textos de Simon [Forman] en las Memorias de la Real Academia de París y otros escritos; no faltan referencias a clásicos españoles como Luis Mercado o Sebastián Mello. El autor inicia su tesis, de 106 páginas manuscritas, de la siguiente forma:
«Al procurar hacerme acreedor al más preciado título profesional, con cuya adquisición bien puede enorgullecerse, el verdadero amante de la ciencia del hombre, no pretendo decir en este humilde escrito y con relación al punto elegido como objeto de mi disertación, nada, que no haya sido tratado magistralmente por los más eminentes escritores, verdaderos lumbreras de la ciencia Obstétrica y ginecológica».
Ildefonso Sanz trata sobre la etimología y procedencia de la palabra cesárea, y recuerda que esta operación, según se desprendía de la lectura de Plinio, «fue ejecutada por primera vez en la persona de Aurelia, madre de Julio César, aunque no sabemos si fue este, el hijo nacido de tal manera o si lo fue otro y con posterioridad, a cuya opinión nos inclinamos, por resultar del texto latino ya citado, haber sido ejecutada la operación después de muerta la madre, que expresa el autor en la frase inecta parente; y se sabe que Aurelia tuvo gran cuidado y esmero en la educación del ilustre caudillo y que murió cuando estaba en la guerra. Escipión el Africano y Manlio Capitolino debieron su existencia a la ‘ley de Numa’ que prescribía la histerotomía, a todas las mujeres muertas en el periodo de gestación para atender al inmediato socorro de la criatura».
Al poco tiempo de convertirse en doctor en Medicina quiso abrazar su otra pasión: el mar. El 23 de julio de 1886 ingresó por oposición en el Cuerpo de Sanidad de la Armada como Segundo Médico, siendo su primer destino el Hospital de la Base Naval de El Ferrol, según lo publicaba La Correspondencia de España el sábado 31 de julio de 1886.
Ildefonso Sanz y Doménech se casó en 1887 con Dña. Rita García de Paredes y Abril, una aristócrata descendiente de D. Diego García de Paredes, el Sansón de Extremadura (1468/ 1534). Aunque tuvieron más hijos, solo sobrevivieron ocho: Araceli (1889-1981), madre del almirante Gabriel Pita da Veiga y Sanz, último ministro de la Marina nombrado por Franco y que dimitió en 1977 del gobierno de Adolfo Suárez tras la legalización del PCE; Alfonso; Ginés; Mercedes; Ramón; Ángel; María Dolores y Jesús Sanz García de Paredes.
A principios de 1888 fue destinado al Apostadero de Filipinas como médico de la Armada, hecho recogido en el periódico La Oceanía Española, con sede en Manila el 13 de enero de ese año, para cubrir la vacante por fallecimiento del heroico y laureado segundo médico de la Armada Enrique Cardona y Miret, caído en acto de servicio en julio del año anterior. El doctor Cardona había embarcado en El Ferrol en la corbeta María de Molina, con base en la isla de Ponapé, en las Carolinas Orientales, adonde llegó el 31 de mayo de 1887; durante el largo viaje, escribe la memoria Ochenta y cuatro días en la mar. Impresiones y notas médicas de un viaje a las Carolinas Orientales. A los pocos días se produjo una insurrección de los nativos kanakas, que atacaron Ponapé. La prensa de la época se hizo eco de los hechos. «Al presenciar desde el pontón Doña María de Molina la cruel lucha de Ponape, Enrique Cardona, primer médico del cuerpo de Sanidad de la Armada, saltó a tierra para curar a los heridos, exclamando: «Mi honor me manda morir al lado del Gobernador. Cardona desembarcó bajo intenso fuego enemigo, se encerró en la trinchera del pequeño reducto defensivo, y durante dos días de vivos combates atendió a los heridos españoles y kanakas, haciendo simultáneamente fuego sobre los atacantes. El 4 de julio, durante un violento ataque, salió de la trinchera a cuerpo descubierto, mató a tres de los insurrectos con su pistola, y cayó allí mortalmente herido; poco después, los insurrectos fueron vencidos y se retiraron…». Cardona fue recompensado, a título póstumo, con el empleo de primer médico y la Laureada de San Fernando.
A finales de 1888, el periódico La Oceanía Española de fecha 23 de diciembre recoge que Ildefonso Sanz y Doménech había sido destinado provisionalmente como dotación al crucero Aragón para sustituir al Dr. Pascual Junquera. Esta misma publicación se hace eco el 28 de diciembre, cinco días después, del traslado de Ildefonso al postón Animosa por enfermedad del médico de esta nave.
En 1891, Ildefonso Sanz y Doménech fue destinado al Hospital de Cañacao, en la ensenada del mismo nombre, protegida por la pinza de cangrejo que dibuja la tierra entre el Varadero, San Roque, el puerto y los arsenales de Cavite, prácticamente una bocana que defiende la gran bahía de Manila, donde permaneció hasta el año 1892.
Ildefonso Sanz participó en la Expedición Militar a Mindanao de 1891 comandada por el general Weyler para castigar a los moros malayos que se habían hecho fuertes en varios puntos de esa isla. Después de la campaña, quizás motivado por el ejemplo de su antecesor, el doctor Cardona, Ildefonso Sanz y Doménech escribió una crónica que envió a La Ilustración Española y Americana acompañada de varios dibujos del natural, de paisajes e instalaciones militares, y una fotografía de «un moro juramentado contra los españoles». El material gráfico serviría para que Rico realizase un grabado con una sugestiva composición y para que la revista ofreciese la noticia en el número del 22 de septiembre de 1891:
«Así como recibimos y publicamos, el año pasado, interesantes dibujos y fotografías de las islas de Yap y Ponapc (Carolinas Orientales), con datos verídicos de la expedición española al puerto de Oua, para castigar á los kanakas sublevados, hemos recibido ahora ilustraciones y apuntes importantes de la expedición del general Weyler a la isla de Mindanao, en el archipiélago filipino, para restablecer la dominación española en aquella apartada comarca, y asegurarla con la construcción de nuevos fuertes en las márgenes del Rio Grande, en Pollok, en Barás, en Mataban y en otros puntos de la isla; expedición que ha sido objeto de animada controversia en la prensa de esta corte, y de la cual, no obstante el pesimismo de algunos, se espera fundadamente obtener beneficiosos resultados para la patria.
»Mindanao, último refugio elegido por los moros malayos que fueron arrojados de las Visayas por el ilustre general Corcuera, quien supo hacer efectiva la dominación española en la isla, con su espíritu colonizador y su profundo talento militar, había sido recuperada lentamente por aquellos enemigos de España, a quienes favorecían las condiciones naturales del suelo, los bosques impenetrables y la influencia perniciosa que el clima ejercía sobre los peninsulares.
»La campaña del Río Grande, llevada a cabo por el general Terrero, dio por resultado la sumisión del dallo Utto, poderoso cacique moro que dominaba en toda la cuenca de aquel río, sin que desde entonces ningún acto de rebeldía turbase la paz del distrito militar, ni el progreso comercial de su cabecera; pero dicha sumisión, aunque de gran importancia, sólo representaba una parte del plan de completa dominación de la isla, porque los moros de Lanao, dueños del corazón del país y de la zona más fértil y productora, encastillados en altas montañas y parapetándose entre bosques inaccesibles, desafiaban con repetidos actos de hostilidad y piratería el poder de nuestras armas y pretendían humillar nuestra bandera.
»El Excmo. Sr. D. Valeriano Weyler y Nicolau, actual gobernador superior y capitán general de las Islas Filipinas, comprendiendo la necesidad de hacer efectiva una dominación que sólo era nominal, se propuso y emprendió la ocupación militar y fortificación sucesiva de los principales sitios estratégicos de la bahía de Illana, alguno de los cuales, como el denominado Sabanilla, en Malabán, habia sido fortificado convenientemente en tiempo del inolvidable Corcuera.
»Dieron principio los trabajos de fortificación en Parang-Parang (llanura grande), punto situado en el fondo del seno de Pollok e inmediato a la estación naval que allí posee la marina de guerra para la limpieza y carena de los cañoneros guardacostas; y terminadas las obras en abril próximo pasado, no sin que fuesen hostilizadas las fuerzas de ocupación por los moros malanaos, se movilizaron rápidamente las fuerzas de Infantería de los regimientos 68, 71 y 72, regimiento de artillería Peninsular, batallón de ingenieros de Filipinas, una sección de caballería y las compañías disciplinarias, constituyendo un respetable cuerpo de ejército, del que tomó el mando en jefe el mismo capitán general de Filipinas.
»Las fuerzas expedicionarias llegaron el 21 de Abril a Pollok y Parang-Parang en los transportes de guerra Cebú, Manila, crucero Ulloa (pintado luego por Ildefonso), los cañoneros Elcano, Leso, Samar, Pampanga, Callao y Arayat, y el aviso Marqués del Duero, y esta escuadra iba mandada por el Señor Comandante general del Apostadero, que enarboló su insignia en el crucero Ulloa.
»Tratábase en primer lugar de ocupar, como base de operaciones, los puertos moros de Barás, Malabán y Labnán, situados en la bahía de Illana y zona comprendida entre Tukurán y Parang-Parang, y el mismo día de la llegada desembarcó parte de la fuerza de Infantería, que con una compañía de Artillería formó una columna al mando del comandante Sr. Marina: saliendo esta columna de Parang-Parang, y marchando hacia el interior, se posesionó, tras escasa resistencia, del pueblo de Lipanán, cuyos habitantes se negaron anteriormente a entregar unos cuantos desertores del citado campamento; el 24 se organizó otra columna al mando del coronel teniente coronel Sr. Hernández, que siguiendo el camino de la primera llegó á la ranchería y ‘cotia’ fortificada de Boldún, la cual fué tomada tras una vivísima resistencia; el 28 regresó esta expedición, que se incorporó inmediatamente al grueso del ejército, saliendo en los buques de guerra para Barás, del cual tomó posesión sin resistencia.
»Sin pérdida de tiempo, empezaron los trabajos de fortificación e instalaciones militares, no dando los moros ninguna señal de vida hasta el 14 de Mayo, en que ocurrió una emboscada y ataque nocturno, previsto ya por confidencias recibidas, y que fue sostenido brillantemente a la bayoneta, siendo rechazados los moros con bastantes pérdidas.
»Desde aquel día se notaron a lo lejos concentraciones de rebeldes, y las noticias acerca de su número y posiciones no eran tranquilizadoras, por lo que el general Weyler decidió salir al encuentro de ellos, apoyado por la escuadra y previo un brillante reconocimiento hecho por los botes del Elcano y del Marqués del Duero, que fueron hostilizados constantemente por fuerzas muy superiores: los expedicionarios, mandados por el coronel de Artillería Sr. Hore, los coroneles tenientes coroneles Sres. Cortijo y Hernández, y los capitanes Sres. Bernabeu y Diez de Ribera, salieron de Barás con dirección a Punta Maladi, encontrando numerosas fuerzas moras parapetadas y defendidas con fosos, estacadas y las inseparables lantacas (cañoncitos), y dispuestas a una enérgica resistencia; las tropas, tras rudo combate, tomaron la posición, arrollando al enemigo, que dejó sobre el campo 34 moros muertos y se llevó numerosos heridos, teniendo por nuestra parte 11 bajas; las tropas españolas pernoctaron en la posición conquistada, y siguieron después su camino hasta Malabán, regresando al siguiente día por el mismo sitio y encontrando, con sorpresa, los cadáveres moros insepultos. ¡Tan grande debió de ser el pánico de los vencidos, para olvidarse de un precepto á que nunca faltan!
»El 30 de junio, y sin más incidentes, terminaron las obras del fuerte de Barás, retirándose las fuerzas expedicionarias y dejando 200 hombres de guarnición; y el 14 de Julio salió una segunda expedición de Pollok, en los buques San Quintín, Lezo, Cebú, Marqués del Duero, Callao y Paragua, desembarcando en Malabán, sin resistencia, donde se procede actualmente a los trabajos de construcción y fortificación.
»Tal es la relación, que tenemos por exacta, de las operaciones militares dirigidas por el general Weyler en la isla de Mindanao hasta mediados de Julio último.
»En el grabado de la pág. 181 reproducimos localidades y fortificaciones mencionadas en la reseña que antecede: la estación naval de nuestra Marina de guerra, en el seno de Pollok; la Torre llamada Pita da Veiga; en el puerto de Barás; el fuerte Mir, en la costa de la bahía de Illana; una ranchería de moros en el Rio Grande de Mindanao; una vinta o embarcación ligera de los indígenas, y un tipo de moro juramentado contra los españoles.
»El último ha sido hecho por fotografía directa, y los otros por dibujo del natural, remitidos estos y aquella por el ilustrado oficial de Sanidad de la Armada, señor D. Alfonso Sanz y Doménech, que presta sus servicios a bordo del transporte San Quintín (el cual forma parte, como dicho queda, de la escuadra de operaciones contra los moros de Mindanao), y a quien mucho agradecemos su atenta carta y curiosos dibujos». La Ilustración le cita como Alfonso en lugar de Ildefonso, Inicial con la que firmaba sus cuadros y dibujos como A. Sanz.
En 1892, el segundo médico de la Armada, Ildefonso Sanz y Doménech, regresó a la península ibérica y a su empleo en el Hospital de El Ferrol. Dos años después, en 1894, volvió de nuevo a Filipinas. Después de llegar a Cavite, en enero de 1895, ascendió al empleo de Primer Médico; en la primavera de ese año embarcó hacia Mindanao, la más meridional de las grandes islas del archipiélago, destinado a la enfermería de la Estación Naval de Pollok.
En 1898, año traumático para la historia de España, Ildefonso Sanz participó a bordo del buque Isla de Luzón en la batalla de Cavite, librada el primero de mayo, donde la flota americana comandada por el comodoro Dewey a bordo del buque insignia USS Olympia destrozó a la española bajo el mando del contralmirante Patricio Montojo. Una y otra armada no eran comparables militarmente; al margen de los 6 modernos buques americanos contra 7 españoles viejos y con armamento en desuso (uno de ellos con un solo cañoncito), baste recontar el número de cañones enfrentados y el calibre: 53 americanos, diez de ellos de 203 mm., y 27 españoles, de los cuales, solo 6 eran de 160 mm. De los buques españoles perdidos en el combate, los americanos rescataron y volvieron a poner en servicio tres: Isla de Cuba, Isla de Luzón y Don Juan de Austria, que apenas sufrieron daños; el resto de la flota fue desguazada como chatarra.
Nuestro médico, Ildefonso Sanz y Doménech, como ya hemos referido, participó en la batalla naval de Cavite a bordo del buque Isla de Luzón, uno de los buques que menos daños sufrió en el enfrentamiento. Ese mismo año, suponemos que tras la derrota de Cavite, quedó destinado en el hospital de heridos de San Juan de Letrán (Manila). Al año siguiente, en 1899, regresó a la península «cumplido de campaña y enfermo». Su participación en la batalla de Cavite le sirvió para realizar los bocetos de varios cuadros. El más famoso es, precisamente, el que lleva el título de la trágica derrota de la flota española en la bahía de Cavite y que se puede ver en el Museo Naval de Madrid; otro, titulado The batle of Manila Bay (La batalla de Manila-1) es prácticamente gemelo, realizados en un corto intervalo de tiempo, de similar composición y colorido al de La batalla de Santiago (imagen de arriba) que ilustró la portada de Contra las Olas.
Con rasgos similares, la paleta de nuestro médico, militar y pintor, plasmó el cuadro Cañonero torpedero Filipinas (1899) y La batalla de Manila-3 (1899) subastada en la Sala Christie’s de Londres y el Retrato del cañonero español D. Antonio de Ulloa subastado en mayo de este año en Rotterdam. Otro de los trabajos que hemos localizado es una curiosa miniatura de la bahía de Manila pintada en 1899 en una madreperla que se subastó en Makati (Filipinas) también este año 2022.
Ildefonso Sanz y Doménech no estuvo nunca en Cuba aunque pintó varias obras ambientadas en batallas o escaramuzas navales de la guerra de independencia de la isla. Algunas de ellas están en el Museo Naval de Madrid. Sin embargo, la elegida para la cubierta de Contra las Olas, La batalla de Santiago, no está en España; tuvimos que rastrearlo hasta la página web de The Army and Navy Club of Washington donde encontramos también The batle of Manila bay. Ambos cuadros fueron donados a esa entidad americana en 1903 por George J. Seabury, presidente de Seabury & Johnson (embrión de la Johnson & Johnson actual), una empresa fundada en 1873 que se dedicaba a la manufactura de antisépticos y suplementos médico-quirúrgicos. Seabury, médico y químico farmacéutico, falleció de neumonía el 13 de febrero de 1909 a los 65 años. Tendremos que convenir, sin datos ni fuentes contrastadas, que ambos médicos, el español y el americano, se conocieron seguramente en Manila en 1898 y que fue allí, en la capital filipina, donde Seabury adquirió los dos cuadros que hoy brillan en el salón Daiquirí de la embajada de EE.UU. en Bangkok (Tailandia).
El lector se habrá percatado que Ildefonso Sanz y Doménech firmaba los cuadros como A. Sanz (Alfonso Sanz) y así le tiene catalogado The Army and Navy Club de Washington; según esta organización «hay obras complementarias a la Batalla de Santiago en el Army and Navy Club de Washington: La batalla de la bahía de Manila, pintada por Sanz cuando estaba en Manila y La batalla de Santiago pintada en El Ferrol, la histórica base naval española (¿Cómo llegó a las manos de Seabury si lo pintó en España?). El boceto del presente trabajo —se supone que se refiere a La Batalla de Santiago— está archivado en la colección de la Fundación Histórica Naval del Almirante Montgomery M. Taylor, USN. Se dice que Sanz, un cirujano español y artista marino, hizo bocetos para esta imagen en la cubierta del buque insignia español».
En la página de la Army and Navy Club of Washinton se afirma que «Alfonso Sanz fue un oficial médico capturado» —en todo caso tras la batalla de Cavite—, y que pertenecía a Academia de Bellas Artes. No hemos podido confirmar ninguna de las dos afirmaciones con más datos; la familia de Ildefonso Sanz tampoco tiene constancia de esos extremos. Su condición de ‘capturado’ en Manila sería comunicada por Seabury cuando donó los dos cuadros; sin embargo, su pertenencia a la Academia sería un dato erróneo que podría haberse añadido muchos años después, quizás al diseñar la página web de la organización americana, y confundirlo con su hijo Alfonso Sanz y García de Paredes, también pintor y miembro de la Armada, que presentó a concurso un retrato en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936.
El patrimonio artístico legado por Ildefonso Sanz y Doménech está bastante desperdigado por el mundo. Además de La batalla de Cavite y otras cuatro obras que hay en el Museo Naval de Madrid , las dos batallas —la de Santiago de Cuba y la de la bahía de Manila— que hay en la embajada americana, otras piezas albergadas en colecciones particulares como la de Fernando Martínez del Valle, cuadros adquiridos en subastas, los descendientes de Ildefonso Sanz y Doménech también tienen en su poder algunos óleos y acuarelas.
A parte de la tesis doctoral sobre la cesárea y la crónica sobre la expedición a Mindanao, Ildefonso Sanz escribió otra memoria manuscrita a pluma de 58 páginas de tamaño cuartilla sobre el ‘Empleo quirúrgico del cloroformo’ (El Ferrol, 19 de julio de 1894), y que según la ficha documental está «bien escrito; bien estructurado; lenguaje científico; instructivo; nivel científico. El autor conocía otra memoria anterior sobre la anestesia. Posiblemente sean memorias complementarias en el campo de la Sanidad de la Marina», aunque «sometido a una rigurosa crítica documental cumple los requisitos de ser una fuente primaria». No tenemos constancia de ningún otro trabajo científico o literario.
Después de su regreso a la península fue destinado a Madrid continuando su carrera militar. El 5 de agosto de 1901, El Eco de Santiago, publica un breve sobre el nombramiento de Ildefonso Sanz como médico de la Escuela Naval, «que hasta hace poco tiempo residió entre nosotros». El 28 de diciembre de 1907, Ildefonso Sanz y Doménech ascendió al empleo de Médico Mayor; a subinspector de segunda clase por Real Orden de 18 de octubre de 1917; a subinspector de primera clase el 1 de marzo de 1920. Siendo coronel médico, el 12 de marzo de 1924, Alfonso XIII, a propuesta del consejo de Ministros presidido por Miguel Primo de Rivera, le promovió al empleo de Inspector del Cuerpo de Sanidad de la Armada para cubrir la vacante reglamentaria producida por el pase a la reserva de Tomás Quiralte y Rugama. El 21 de marzo de 1925, le nombran Inspector Jefe de la sección de Sanidad del Ministerio de Marina, cargo que ejercerá durante casi seis años. El día 14 de enero de 1931, Ildefonso Sanz Doménech, cesó como general Inspector de Sanidad de la Armada y pasó a la reserva. En el momento de su pase a la reserva, Ildefonso Sanz y Doménech contaba 44 años de servicio activo.
En Madrid montó «una consulta privada de ginecología donde atendía a pacientes de la aristocracia. También ayudaba a aquellos pacientes que no tenían recursos, ganándose el respeto y el cariño de todo el mundo», según informaciones de su biznieta, Dña. Marta María Iglesias Sanz.
Aunque residía en Madrid, Ildefonso Sanz y Doménech falleció el 13 de octubre de 1937 de una infección en San Sebastián, donde estaba pasando una temporada. Los funerales y el entierro se celebraron en la capital donostiarra, acudiendo, entre otras personalidades, los Duques de Alba. Posteriormente, los restos de Ildefonso se trasladaron al cementerio de La Almudena, en Madrid, donde descansan en el panteón familiar.
NOTA.— Relación de buques y mares en los que navegó Ildefonso Sanz y Doménech, destinos en tierra y condecoraciones publicada por el Diario Oficial del Ministerio de la Marina con motivo de su nombramiento como Inspector General del Cuerpo de Sanidad de la Armada cuando ostentaba el empleo de coronel médico de la misma.
BUQUES EN LOS QUE NAVEGÓ: Corbeta Filia de Bilbao (dotación), crucero Reina Regente (dotación), fragata Almansa (dotación), vapor correo Reina Mercedes (transporte en viaje para Filipinas), crucero Aragón (dotación), vapor correo Gravina (transporte) en viaje para la división naval del Sur de Filipinas, Estación de Bongao, cañonero Maribeles (transporte desde Joló a Bongao), goleta Animosa (dotación), transporte de guerra San Quintín (dotación), cañonero Elcano (dotación), vapor correo Isla de Luzón (transporte en viaje a la Península), vapores correos Isla de Alindanao y San Francisco (transporte en viaje para Filipinas), vapor correo Brutus (transporte de la Estación Naval de Pollok a Manila), Vapor Uranus (transporte de Manila a Misamis), vapor de guerra Argos comisión hidrográfica (dotación), crucero Isla de Luzón (dotación), buque hospital Isla de Luzón (dotación), vapor correo Satrústegui (transporte en viaje a la Península), Estación Naval de Pollok (dotación), crucero Infanta Isabel (dotación) y fragata Asturias Escuela Naval flotante (dotación).
MARES Y CAMPAÑAS: Navegó por los mares Atlántico, Mediterráneo, Rojo, Pacífico, de la China y por todo el Archipiélago Filipino, tomando parte en las campañas de Mindanao y desembarcos en Misamis y Bahía Illana formando con las tropas expedicionarias del Ejército mandadas por el General Weyler en la conquista de la Laguna de Lanao y toma de los campamentos y rancherías de Parang Parang; y en la de las Visayas, en joló y Tawi Tawi. Formando parte de la dotación del crucero Isla de Luzón como Primer Médico asistió al Combate naval de Cavite contra la escuadra americana el 1 de mayo de 1898.
DESTINOS QUE DESEMPEÑÓ EN TIERRA: Médico de guardia en el Hospital de El Ferrol. Auxiliar del jefe de Sanidad del Arsenal de El Ferrol. Cuarto tercio de Infantería de Marina. Eventualidades en el Apostadero de Filipinas. Guardias en el Hospital de Marina de Cañacao (Filipinas) y del Hospital de Marina de San Carlos (Cádiz). Médico de la Sala de Cirugía del Hospital de Cañacao. Agregado a Sanidad Militar en los Hospitales de Paco y de la Concordia (Filipinas). Jefe de Clínica del Hospital de Guadalupe (Filipinas); Hospital de sangre en el Arsenal de Cavite (Filipinas); Jefe de Clínica del Hospital de heridos de Juan de Letrán (Manila). Médico del Astillero de Ferrol. Auxiliar del jefe de Sanidad del Arsenal de Ferro. Jefe de Sanidad del Arsenal de Ferrol. Ayudante del Inspector del Cuerpo Sr. Melcior. Auxiliar de la jefatura de los Servicios Sanitarios de la Armada. Jefe de la Enfermería del Ministerio de Marina. Eventualidades en el empleo de Coronel Médico (Madrid). Jefe del Negociado segundo de la jefatura de Servicios Sanitarios de la Armada. Tres veces Vocal del Tribunal de Oposiciones a ingreso en el Cuerpo de Sanidad de la Armada y dos veces Presidente de dicho Tribunal de Oposiciones. Órdenes del Sr. Ministro del Ramo.
CRUCES Y CONDECORACIONES: Tres Cruces del Mérito Militar rojas de primera clase; del Mérito Naval blanca de primera; del Mérito Naval de segunda; mención Honorífica; Medalla de las Campañas de Filipinas; Medalla Conmemorativa del combate naval de Cavite; Medalla conmemorativa de Alfonso XIII y Placa de San Hermenegildo.
FUENTE ACTUAL: Marta María Iglesias Sanz, biznieta de Ildefonso Sanz y Doménech.
OTRAS FUENTES: Biblioteca Nacional, Biblioteca de la Universidad Complutense, Real Academia de la Historia, Museo Naval de Madrid, Museo del Ejército, La Gaceta de Madrid, Diario Oficial del Ministerio de la Marina La Ilustración Española y Americana, La Correspondencia de España, La Ilustración Gallega y Asturiana, El Eco de Santiago, La Oceanía Española, The Army and Navy Club de Washington,