Desde hace milenios, noche a noche, escuchan el canto del mar y esperan que la claridad de Hécate, la luna, acaricie sus huesos desnudos. Fueron jóvenes truncados antes de tiempo por la Moira, vírgenes intactas, madres separadas de sus hijos, hombres en la plenitud de su virilidad, jóvenes en cuyas mejillas empezaba a asomar el vello. Recorrieron los mares en ágiles barcos, y la tierra en fogosos caballos, en carruajes espléndidos de fervorosas ruedas… Duermen en la arena limpia, entre las rocas tersas, bajo esta bóbeda solemne, en este ambiente no contaminado. Aquí, su descanso es sagrado e inaccesible… (El oráculo. Valerio Massimo Manfredi).