Hace unos días, mientras leía la edición digital del Buzón de Leganés me trasladé en el tiempo y el espacio, hasta la casa de mi abuela. Era el primer recuerdo de mi vida; una evocación que aludía a una singular y certera profecía que ahora no viene a cuento.

Pero, ¿que hacía yo rememorando esos hechos (verídicos) tan antiguos y personales? La respuesta la tenía delante de la pantalla del ordenador. En Leganés hay otro profeta. Uno que practicaba y se mostraba como tal a los vecinos de la localidad, que presumía de su condición. El portavoz del Partido Popular en ese municipio, Jesús Gómez, tiene también algún tipo de don profético o adivinatorio. Hace algunas semanas desveló, ¡qué audaz!, que había utilizado sus poderes y y para demostrarlo, sin que nadie tuviera dudas, acudió a un fedatario público para dictarle los nombres de las diez personas que ganarían una oposición municipal. Días antes de que lo supiera nadie, quizás, salvo los interesados. ¡Con lo difícil que está conseguir una plaza de funcionario!

Sin duda, el éxito del augur popular le ha motivado para insistir y volver a repetirlo, ostentando su capacidad de vaticinio. Desde junio acá, ya ha acertado con los resultados de tres oposiciones. Gómez ha anunciado los nombres de los afortunados que se han hecho con la plaza, sin que se hubiera realizado el examen, ni escrutarlo siquiera el jurado (siempre tan ecuánime en estos casos), Y, mire usted, pleno, se trata de los siguientes ciudadanos. Tal, tal, tal y tal…

Si usted no está en el listado del portavoz del PP, es que no va a ganar la oposición; no porque él no tenga influencia para concedérsela, que parece que no la tiene. Sólo adivina el resultado y los ganadores. No ha fallado ni un sólo nombre. Y de ello da fe el notario de Leganés, que no debe hacer, ni creemos nosotros que haga, trampa alguna para favorecer a un presunto tramposo. Así que, albricias, Jesús Gómez posee el don de la predicción. Si usted es de los que esperan un puesto en la administración pepinera debería adelantarse a los demás y preguntarle al nuevo profeta si algún día será una realidad que anuncie, de manera extraordinaria, su nombre en escritura pública o, tampoco es un problema, en una vulgar servilleta de bar.

Aunque, a la vista de su éxito, no debería, creo yo, abusar de las dotes que le fueron concedidas a este nuevo miembro de la cofradía de los profetas que somos. Porque el uso y abuso de cualquier cosa, incluso de un don divino, siempre es malo: envanece el espíritu y genera engreimiento. Y todo podría ser; que un día de estos, el alcalde y su ediles del gobierno le pronostiquen algo. No porque ellos tengan esa capacidad que, al parecer, no poseen. Sólo reparten graciosamente el don de la amistad o el amiguismo, el favor o favoritismo, para decidir un concurso o lid  en los que presuntamente se debería respetar el derecho de los ciudadanos a recibir de esa administración equidad y justicia. Y más si hablamos de trabajo. El problema del profeta es que en la mayoría de los casos, cuando gobierna su partido en cualquier otro lugar, hace lo mismo.

El nepotismo está tan arraigado en la vida pública española que nadie se asombra del tal o tal recomendado, de tal o tal familiar del alcalde, del concejal de obras, incluso del portero del Ayuntamiento, si puede, y estuviera en su mano, enchufar al novio de su hija. ¿No temería usted en el caso de que gobernara el político profeta utilizaría, -no sus dotes de adivinación-, su poder e influencia para beneficiar a sus amigos, familiares y correligionarios?¿Seguro que no desconfiaría?  Si no fuera así, estaría usted en disposición, por presunta ingenuidad y fidelidad, de presentarse a la oposición y ganarla. Los sindicatos, mientras tanto, excusando la chapuza  y, como los fariseos, responsabilizando a las bases. Pero, digo yo, las bases las confeccionaría alguien en concreto; tan bien, tan bien, que sólo faltaban los apellidos de los adjudicatarios.

Hace algunos años, se produjeron en Getafe una serie de hechos parecido. Todo el mundo pensaba que entre los concejales había uno señalado con dones divinos. El gobierno municipal conocía con algún tiempo de antelación lo que hacía el anterior portavoz del PP de Getafe, y no sólo los actos programados como agenda política. Nadie sabía quién era. El caso es que, finalmente, no había nadie con dotes adivinatorias. Resultó que el portavoz popular perdió, le leían o fotocopiaban la agenda, y siempre, siempre, siempre sabía el gobierno y los periodistas [sólo los más avispados] dónde iba tal día, donde comía y con quién. Al impostor, correligionario político del afectado por las predicciones, le costó el cargo. En Getafe, al contrario de lo que pasa en Leganés, no hay profetas en la política.

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 FOTOGRAFÍA SUPERIOR: Acrópolis de Atenas