Hoy nos ha llamado la atención esta fotografía publicada por El Mundo. Un breve texto a pie de foto intenta explicar la imagen: «Un oficial de la Armada española encapuchado conduce a uno de los 13 piratas capturados, el sábado en Mombasa». Está firmada por la agencia AP.

La instantánea ilustra una noticia de Joana Socías, «especial para EL MUNDO» en la que, intentando buscar sinónimos de la antigua y difícil profesión que han adoptado estos hombres, la periodista les denomina, además de piratas, «delincuentes», «mercenarios», «bucaneros» y «corsarios»; la historia general de la piratería define como distintos esos términos aunque algunos acabaran pareciéndose, incluso degenerando el corsario en pirata y viceversa.

A la noticia le han faltado algunos términos que la autora también podría haber utilizado alegremente como «aventureros», «bandidos» o «filibusteros». Sin embargo la imagen nos ha impactado porque muestra un hombre vestido con un mono de obrero y cara de ser en la vida [profesionalmente] todo menos mercenario o corsario. Ausencia total de signos o indicios de su actividad; sin tatuajes, ni pendientes o cadenas, sin parche en la cara, sin pinta alguna de sanguinario y feroz pirata.

A su izquierda, el agente del imperio, en este caso un oficial de la Armada española, le agarra por el brazo y por el cuello aunque no parece que vaya a salir corriendo para escapar. ¡Qué tiempos más heroicos, aquellos en que la Marina Real perseguía a corsarios berberiscos, turcos, franceses o ingleses; y los filibusteros, corsarios y bucaneros, generalmente marinos maltratados o soldados en paro, hacían de los barcos de imperio español, su principal objetivo, aunque no desdeñasen una barcaza llena de ron o de comida.

El único detenido que «se atrevió a abrir la boca ante la jueza» denunció que los militares españoles habían matado a uno de ellos, sin que mediara combate; pero aquí no se habla de eso ¡Menuda impotencia! Trece míseros piratas en desacuerdo con la justicia del imperio.

Hoy, inmersos en pleno siglo XXI, los piratas parecen obreros; o pescadores en paro. Después de esquilmar los peces de su costa, patrullamos con acorazados y helicópteros para impedir que algunos pobres piratas puedan molestar a los pesqueros que nos traen el atún rojo o que intimiden a los turistas de los lujosos cruceros que pasan cerca de las Seychelles.